El nombre que el ser humano da a los colores condiciona su percepción de la realidad
El color verde no es verde en todas partes. De hecho, en algunos lugares ni siquiera existe. Aunque en occidente podamos pensar que la categorización de la realidad en determinado número de colores es indiscutible, lo cierto es que sobre esta cuestión todo el mundo no comparte el mismo «punto de vista». Y de esto tiene mucha culpa el lenguaje, porque el nombre que el ser humano da a los colores condiciona su percepción de la realidad.
Para los himba, tribu que vive en el norte de Namibia, el cielo es negro. Y si para cualquier occidental el color del agua es azul, para esta comunidad es blanco, el mismo que el de la leche. La televisión pública británica BBCdemostró en su documental «¿Ves lo que yo veo?» que, tal y como afirma Anna Franklin, investigadora de la Universidad de Surrey, «aprender un lenguaje o los nombres de los colores puede cambiar la forma en que tu cerebro categoriza lo que ves».
La BBC viajó a un poblado himba para realizar un interesante experimento. Los investigadores del canal británico pusieron a un grupo de himbas ante una pantalla en la que se podía ver una imagen con 12 cuadrados, de los cuales 11 eran verdes y uno azul. La prueba consistía en identificar qué cuadrado era de color diferente al resto. En teoría se trataba de algo muy sencillo para cualquier occidental, pero dado que la tribu emplea un mismo término para el azul y el verde, los participantes en el experimento tardaban mucho tiempo en señalar el cuadrado de color distinto al resto.
La BBC viajó a un poblado himba para realizar un interesante experimento. Los investigadores del canal británico pusieron a un grupo de himbas ante una pantalla en la que se podía ver una imagen con 12 cuadrados, de los cuales 11 eran verdes y uno azul. La prueba consistía en identificar qué cuadrado era de color diferente al resto. En teoría se trataba de algo muy sencillo para cualquier occidental, pero dado que la tribu emplea un mismo término para el azul y el verde, los participantes en el experimento tardaban mucho tiempo en señalar el cuadrado de color distinto al resto.
«Ao» versus «midori»
Junto con los números, los colores son una de las primeras cosas que se aprende al estudiar una lengua. Héctor «Kirai» García, autor de«Un geek en Japón», recuerda la siguiente anécdota de sus primeros días en el país asiático: «Un día un japonés me dijo “vamos a cruzar, que el semáforo ya se ha puesto en ao (azul)”. Yo pensé “¿ao no era azul?”. No le presté mucha atención, pero cuando volví a oír a alguien decir que el semáforo cambiaba a color azul me empecé a mosquear». El alicantino, que vive en Tokio desde 2004, descubrió más adelante que para los japoneses el color verde de los semáforos no es «midori»(verde), sino «ao» (azul).
En la lengua japonesa no existió una palabra para el color verde hasta que hace un milenio se introdujo el término «midori». Hasta entonces verde y azul habían sido el mismo color, el azul. Pero la inclusión de la nueva palabra no logró cambiar la costumbre de los japoneses, que pasaron del «midori». Tal y como hacían sus antepasados, los nipones afirman que son azules muchas cosas que en occidente se ven verdes. «Hoy en día se sigue utilizando “ao” en palabras como “aoba” (hoja azul), “ao ringo” (manzana azul), “ao shingo” (semáforo azul) o “aona” (verduras azules)», explica Héctor García.
Tal y como cuenta en su blog, cuando se colocó el primer semáforo en Japón, en el año 1930, la ley fijó que se podía cruzar en verde, pero como los nipones continuaron utilizando el término azul para referirse al color que permitía el paso, tras la Segunda Guerra Mundial la norma se adaptó a su tozudez y pasó a decir que se podía cruzar cuando la luz cambiase a «ao». Con el tiempo el lenguaje de los japoneses ha influido tanto en la realidad que el color que permite el paso se ha ido azulando. «Algunos son verdes azulados, otros son turquesas y otros son tan verdes como un pepino», explica «Kirai».
«Cuando alguien está enfermo y pálido decimos que tiene la cara blanca, pero para los japoneses la tendría azul. Para nosotros la fruta que aún no está madura está verde, para ellos, azul», afirma el alicantino.
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